Primera Parte
La gran planicie marrón se extendía ante la mirada del Principito. Vientos a este y oeste sacudían de tierra sus mejillas sonrosadas y ligeramente risueñas.
La bandada de pájaros aleteó con fuerza sus alas hacia el más allá emitiendo unos sonoros graznidos como partida. El cósmico viaje había sido más que increíble, volar a lomos de aquellos pájaros sorteando infinitesimales estrellas y galaxias era más de lo que podía imaginar.
Su mundo estaba ya lejos. El asteroide B612 estaría ahora completamente deshabitado, con sus baobabs de hojitas extrañas que siempre le sorprendían, sus volcanes siderales que cambiaban de color y entraban en erupción con burbujas elípticas y purpúreas…todo quedaba a años luz de los ojos del Principito que durante unos instantes sólo podía permanecer inmóvil recordando el diminuto mundo que había dejado atrás.
-Me gustaría encontrar algún amigo…-se dijo de repente para sí.
-Alguien con quién compartir palabras y juegos, y mostrarle a mi única compañía hasta ahora…-añadió.
El Principito hubiera deseado en aquel momento una brújula mágica para conocer qué camino tomar.
El inhóspito horizonte no parecía muy acogedor, pero aun así su periplo era emocionante y misterioso.…¿Cuántos planetas debía sortear antes de volver a casa? Todo parecía un acertijo por descubrir, y no tenía ningún miedo porque sabía que el miedo no le conducía a ningún lugar.
Algunos cohetes y nebulosas traspasaron velozmente sobre el extenso desierto del Sahara donde el firmamento parecía envolverse de un eterno manto azul sin fin…día y noche no parecían existir, ni el tiempo ni las estaciones… los viajes siderales eran fascinantes a ojos del Principito que proseguía su viaje hacia galáctico sin saber exactamente el camino correcto.
En realidad, cualquier camino podía ser el bueno o el equivocado, pero su intuición no le engañaba.
De súbito todo se hizo silencio. Desde la lejanía parecía oírse algún sonido extraño que le era difícil de identificar y el Principito aceleró sus pasos.
Sus aterciopelados zapatitos azules avanzaban sin rumbo entre fósiles y minerales esparcidos por doquier, acelerando su caminar hasta detenerse de repente. El sonido pareció también interrumpirse y el Principito se quedó pensativo. ¿Habría sido su imaginación?…
Decidió retomar sus pasos y de nuevo el sonido volvió a escucharse a lo lejos, pero ahora ya no era un sonido cualquiera, se trataba de una melodía que provenía de algún lugar y el Principito no podía detenerse.
-Es música….-se escuchó una voz de repente.
El Principito miró girando su diminuto cuerpo en todas direcciones.
-¿Quién eres y dónde estás? –preguntó el Principito con curiosidad.
-En ningún sitio y en todas partes estoy -se escuchó la voz.
Debes encontrarme para avanzar a tu primer planeta hacia la Tierra, pequeño príncipe –dijo la voz.
De nuevo la melodía volvió convirtiéndose en la música más hipnótica y fascinante que se hubiera escuchado jamás sin que el Principito adivinase a acertar la procedencia de aquel prodigio.
-No te rindas pequeño príncipe y sigue mi música …-dijo de nuevo la voz.
-¿Puedo verte?…¿Dónde estás? –gritó de repente el Principito.
-No podrás ver mi rostro hasta que no llegues al final del camino pequeño príncipe –respondió la voz.
-Pero no conozco el camino…ayúdame –pidió el Principito.
La música siguió escuchándose sin ninguna respuesta. Su dulce tono era mágico y sedoso, y el Principito parecía ahora hechizado hacia sus notas.
Así anduvo un buen rato hasta que la línea del horizonte pareció desvanecerse de repente. En un limítrofe borde astral el mundo se detuvo y tres planetas aparecieron ante los ojos del Principito.
De mayor a menor y de colores evanescentes los planetas de su viaje eran tan maravillosos que el Principito se frotó los ojos para comprobar que no era un sueño. Su intuición le había ayudado y ahí estaba…por arte de magia el árido desierto había llegado a su fin y la búsqueda de un amigo lejos de su asteroide B612 podía estar esperándole en algún lugar.
El Principito observó los planetas maravillado. De alguna manera estaban cerca y lejanos a la vez. Infinitas estrellas de formas extrañas rodeaban el firmamento y la música se escuchó desde toda la inmensidad estelar.
-¿Estás en alguno de esos planetas, músico misterioso?…¿Puedes oírme?…-gritó el Principito hacia el más allá.
El eco de su voz retumbó de forma grandilocuente y el Principito se llevó las manos a los oídos. La música se perdía por la inmensidad cósmica de forma disonante y desafinada y el Principito tuvo la sensación de que las notas descendían y descendían hacia el vacío hasta desaparecer por completo. Sus piececitos avanzaron hacia el borde del precipicio hasta permanecer inmóvil contemplando embelesado como las notas musicales se enredaban entre incalculables estrellas y cuerpos celestes hasta desaparecer en el abismo.
De repente la voz volvió a hablar de nuevo sin que la música disonante dejara de escucharse.
-Bien pequeño príncipe…Has llegado, pero tu viaje prosigue hacia el primero de los planetas, deberás cruzar este abismo hasta encontrarme. – dijo la voz con un gran eco.
-Pe…pero voy a caerme por este hueco…no puedo cruzar músico misterioso…¿Cómo puedes pedirme algo así? –respondió el Principito intrigado.
-Sigue esas notas que estás mirando ahora mismo y no temas nada…yo te estaré esperando al otro extremo pequeño príncipe.
Durante unos instantes el Principito permaneció pensativo recordando su asteroide B612, en sus baobabs extraños y los volcanes siderales con los que jugaba a adivinar los colores de su interior… en su amiga de pétalos centelleantes que se recogían al anochecer y en las puestas de sol que contemplaban juntos… todo eso podía perderse si sucumbía al vacío para dejar de existir sin siquiera saber quién era ese ser…esa voz lejana que le ordenaba hacer tal cosa.
-No esperes pequeño príncipe…cierra los ojos y acércate..-dijo la voz.
¿Puedes verme?…¿Porqué adivinas lo que hago?… Quizás seas un mago de otro planeta…-exclamó el Principito aturdido.
El precipicio continuaba desafiándole con sus caracolas de notas estrelladas, ese abismo increíble que se alzaba ante sus zapatitos de príncipe ensortijado y aventurero…ya no podía retroceder en su viaje, sobretodo porque las promesas no podían romperse, y su amiga de pétalos centelleantes estaría esperando sus relatos fantásticos y prodigiosos.
Los ojos del Principito se cerraron y sus breves pasos flotaron como en un algodón esponjoso y lleno de azúcar, tropezando con infinidad de notas musicales que se deslizaban entre sus pies y entre las orejas…haciéndole cosquillas por detrás de su elegante capa hasta de súbito aparecer en el primero de los planetas de su travesía intergaláctica.
(Fin de la primera parte)